Editorial: Los dentífricos, un poco de historia
La primer pasta dental que llegó a México fue la de Colgate en 1925. Su origen como tal se remite hasta Egipto en el siglo IV a.C. Se ha descubierto un manuscrito de esa época que contiene una receta para elaborar un engrudo a base de sal, pimienta, hojas de menta, flores, piedra pómez, uñas de buey, cáscara de huevo y mirra. Posteriormente, se demostró que los chinos usaban espinas de pescado machacadas para lavarse los dientes. Los árabes emplearon arena fina y piedra pómez. Los escatológicos romanos usaron orina humana para blanquearse los dientes. Esto fue así hasta que en el siglo I d.c., –el médico del Emperador Claudio– Escribonio Largo, inventó una “protopasta” de dientes mezclando vinagre, miel, sal y cristal muy machacado. Lo cierto es que la higiene bucal ha sido un problema que ha preocupado a distintas civilizaciones y culturas desde hace milenios. Los Mayas empleaban sustancias de origen vegetal y animal, como las raíces que aplicaban contra los dientes para tratar las caries, las molestias dentales y halitosis, según lo manifiesta Fray Bernardino de Sahagún en 1557. Con el mismo fin usaban otros analgésicos dentales como las cenizas de iguana quemada viva, el hollín pulverizado envuelto en algodón en rama, el diente de una serpiente de cascabel puesto en vinagre o la hiel de ciertas ranas. Otro medio de higiene fue el chicle, originario en las selvas del sureste mexicano, en el Gran Peten, el nombre con que los mayas conocían esta goma fue sicté, que significa sangre o fluido vital, mientras que los Aztecas lo conocían con el nombre de tzictli. En 1850, el doctor Washington Sheffield Wentworth, un cirujano dental y farmacéutico, inventó la primera pasta de dientes. El Dr. Sheffield había estado utilizando su invención, en su práctica privacidad. Hasta el siglo XIX, los barberos solucionaban los problemas dentales, mientras que los primeros dentistas y farmacéuticos buscaban soluciones menos dolorosas mediante la limpieza y la prevención. Por eso la mayoría de la gente que optaba por tener cierta higiene bucal, compraba “polvo para dientes”. El Dr. Sheffield bautizó a esta pasta como “Crema dentífrica” y la empezó a utilizar con sus pacientes. A los pocos años se convirtió en uno de los dentistas más exitosos de los Estados Unidos, principalmente por la maestría que tenía como cirujano dental. Aunque en honor a la verdad, su fama fue ligada a una innovación que no se le ocurrió a él, si no a su hijo; Lucius Sheffield quien había mamado la odontología en casa desde pequeño. Tras estudiar medicina en Harvard en 1878, continuó los pasos de su padre como odontólogo en París. Un día veía cómo los artistas preparaban sus paletas de pintura y se dio cuenta que los tubos plegables que usaban para dosificar la pintura podrían utilizarse para la pasta de dientes que había inventado su padre. El uso de estos tubos en un producto de higiene supuso una revolución en la industria de los empaques. Padre e hijo vieron el potencial del dentífrico en tubo y en 1880 fundan una empresa farmacéutica llamada Sheffield Dentifrice Company, que aún está en actividad con el nombre Sheffield Pharmaceuticals. Colgate en 1873 presentó su primera crema dental en pequeñas jarras. En este punto convergen en Nueva York dos empresas que se dedican a la fabricación de pasta de dientes: Colgate y Sheffield. Esta historia es a propósito de nuestro primer articulo original: Actividad antimicrobiana de cinco dentífricos de uso comercial para adultos de la FES Zaragoza.