Por: Jacqueline Menchaca/blog/newsletter
Para el autor Daniel Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer y gestionar emociones propias y ajenas.1 Además, es la capacidad de poder motivarse en momentos difíciles, empatizar con el prójimo, controlar impulsos, confiar en los demás etc.
Probablemente un dentista a quien le han cancelado varios pacientes, su asistente se ha reportado enferma, le han llegado cuentas por pagar que no había considerado, un proveedor le ha quedado mal en su entrega, etc., diga ¿y con qué se “come” esta inteligencia emocional? ‘Yo no tengo tiempo para respirar hondo y relajarme’, etc.
Sabemos de las consecuencias de un día estresante. Nos volvemos erráticos, nos enfadamos con quien sea, no hay concentración de nada, nos da gastritis, etc., y, lo peor, podemos perder algún potencial paciente sea por el trato, o sea por algún error durante la atención dental.
Tal vez conociendo las ventajas y reconociendo su importancia para un liderazgo contundente y éxito profesional, se detendrían un poquito a entender más de dicha inteligencia emocional.
Según un artículo de Dentistry CPD, del 16 de febrero pasado, las ventajas de la inteligencia emocional incluyen:
- Mayor rendimiento: el 90% de las personas con mejor desempeño poseen una alta inteligencia emocional. Los líderes con un alto coeficiente emocional tienen cuatro veces más probabilidades de tener éxito que aquellos que dependen únicamente del coeficiente intelectual.
- Reducción del estrés: el entrenamiento en inteligencia emocional puede reducir el estrés en el lugar de trabajo hasta en un 25 %.
- Mejora de la salud mental: el 91 % de las personas informan de una mejor salud mental después de recibir capacitación en inteligencia emocional.
- Mejora de la toma de decisiones: una mayor inteligencia emocional mejora las habilidades de toma de decisiones y mejora el enfoque cognitivo.
- Mayor productividad: la inteligencia emocional se correlaciona positivamente con el desempeño laboral y la eficacia del liderazgo, lo que conduce a una mayor productividad.
- Impacto financiero positivo: es económicamente gratificante: aquellos con un alto coeficiente emocional ganan significativamente más anualmente que sus contrapartes con un coeficiente emocional más bajo.
¿Qué hacer?
Primeramente, reconocer la importancia de las emociones, positivas y negativas, pero no tomarlas como signos de debilidad. Son parte de todos los seres humanos y solamente hay que saber expresarlas, sentirlas.
Determinar lo que se desea, en tiempo, recursos, de manera clara.
Entender las emociones y atenderlas; no juzgarlas ni las propias ni las de los demás. Al estar en contacto con nuestras emociones y reconocerlas, se pueden expresar de maneras adecuadas y no explotar por contenerlas.
Practicar la compasión, la empatía.
Aceptar que somos vulnerables y que eso no es signo de debilidad; al contrario, ser honestos con lo que sentimos bajo ciertas circunstancias, y saber expresarlo, nos vuelve fuertes.
Y algo por demás fundamental: aceptar que somos seres humanos, que necesitamos tomar descansos, relajarnos, y sí, aprender a respirar y a caminar por el parque para distraernos o relajarnos haciendo algo totalmente diferente a la profesión, aun en días laborales. ¿Por qué no?
No olvidemos: Si como profesionista estoy en equilibrio, mi energía positiva y enfoque se reflejarán en todo lo que me rodea, creando un entorno de éxito y crecimiento para mí y para los demás.
Fuentes:
1 Goleman Daniel. La Inteligencia Emocional. 1995