Redacción
Las investigaciones abordan temas cada vez más interesantes respecto a la relación entre la microbiota y las enfermedades no solo físicas, sino mentales.
Se ha comprobado que la regulación en la inmunidad, la nutrición y la inflamación sistémica dependen en gran medida de la microbiota, y esta, ahora es considerada un “órgano metabólico”, más que el compañero de nuestras vidas.*
El síndrome del colon irritable, la enfermedad de Crohn, el hígado graso no alcohólico, forman parte de una alteración en la microbiota que habita en el ser humano.
Recientemente, se han llevado a cabo estudios que demuestran una relación entre la microbiota oral y síntomas de ansiedad y depresión, aunque conclusiones definitivas no se han establecido, sí hay parámetros que guían hacia esa posibilidad.
Dado que estas alteraciones mentales son más frecuentes en la actualidad, no solo entre adultos sino en niños, y a nivel global alcanzaban ya, para 2015, los 264 000 000 de persona en ansiedad y 322 000 000 en depresión (datos de la OMS), los estudios sobre su naturaleza y tratamientos se desarrollan por todas las regiones del mundo.
Varios de estos, se han centrado en la relación que, la microbiota del cuerpo humano podría tener en la microbiota intestinal con trastornos neurológicos.
Como sabemos, la microbiota es un ecosistema de microorganismos que abundan en el cuerpo, principalmente a nivel intestinal, oral, piel y vagina, aunque más del 70 % se encuentra en el intestino. En todos los casos establecen una relación sana con el “huésped” es decir el cuerpo, y realizan funciones importantes como ayudar a digerir los alimentos, evitar colonización de microorganismos patógenos, estimular el sistema inmune y de forma general, lo mantienen saludable.
Sin embargo, una disbiosis puede ocasionar daños y alterar el funcionamiento del organismo.
Diversos estudios relacionan a la microbiota intestinal con varios trastornos psiquiátricos y neurológicos como la depresión, la bipolaridad, la esquizofrenia, entre otros. La forma en que esto se da puede deberse al sistema de comunicación bidireccional entre el intestino y el sistema nervioso central. Así, alteraciones en el intestino pueden causar alteraciones en el cerebro, y viceversa.
Respecto a la microbiota oral, también ha mostrado tener una asociación con la ansiedad y la depresión. En un estudio realizado en la Universidad Xi an Jiatong, en China, en el año 2022, encontraron varias interacciones del microbioma del dorso de la lengua y salivales, con estos trastornos.
Explican, por ejemplo, que, un sistema de comunicación sería aquel donde las bacterias periodontales pueden llegar al cerebro a través del torrente sanguíneo, y afectar indirectamente el sistema nervioso por medio del envío de citoquinas proinflamatorias: “Las citoquinas proinflamatorias activan las células endoteliales para que expresen los receptores de TNF-α e interleuquina-1 (IL-1), transmitiendo señales a los macrófagos perivasculares que activan la microglía, lo que lleva a la neuroinflamación. Además, la periodontitis también puede dar lugar a la fuga de periodonto y lipopolisacáridos (LPS) en la circulación sistémica, activando el eje HPA y aumentando las hormonas del estrés o los neurotransmisores”. **
Asimismo, según un estudio publicado en el National Library of Medicine, en noviembre de 2020, sobre la ansiedad en los adolescentes, la abundancia de ciertos taxones bacterianos específicos como A. Spirochaetaceae, Fusobacterium y Treponema en algunos de ellos, agudizaban las manifestaciones de ansiedad y depresión***.
El tema es enorme en conceptos e investigaciones al respecto. Conforme la ciencia avanza se descubren más relaciones entre estos microorganismos y la salud y enfermedad de los seres vivos. La microbiota oral no es la excepción, sería cuestión de ahondar en todos los aspectos, generales y particulares, para entender la importancia de tener una microbiota sana, cómo lograrlo y analizar su influencia en los síntomas de estrés, ansiedad y depresión; y no solamente en manifestaciones físicas.
Fuentes:
*revistagastroenterologia.org/vol.78/número4
**frontiersin.org/artículo original/https://doi.org/10.3389/fpsyt.2022.960756
***https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2020.113126