Por: Jacqueline Menchaca/blog/newsletter
Son contadas las personas que no se estresan por ir al dentista. El temor al dolor, el miedo a algún procedimiento, el sonido de las fresas, etc., a la mayoría le ponen “los pelos de punta”.
Como odontólogos es importante reconocerlo y convertirse, entonces, no solamente en el médico que tratará la boca del paciente, sino también, quien le dará la seguridad para que pueda reducir su ansiedad o estrés.
Un consultorio agradable, cálido, limpio, siempre ofrece confianza. Si el personal que lo atiende de primera instancia es agradable, además de presentarse pulcro, y preferentemente con uniforme (con este se proyecta seriedad y profesionalismo), se tendrán ya dos aspectos importantes para generar tranquilidad en el paciente.
Sin embargo, muchas veces para el paciente, es el dentista que lo atenderá quien tiene la capacidad de calmar su estrés. Más aun si se trata de la primera vez.
Por ello, es necesario ser asertivo, claro y evitar un manejo de lenguaje que genere temor. Después de hacer, digamos, una revisión precisa, hay que abrir una comunicación directa con el paciente y explicarle de forma sencilla cual es su diagnóstico y el tratamiento que se plantea.
Definir procedimientos, costos, tiempos, posibles complicaciones, expectativas, etc., en forma sencilla, son aspectos fundamentales que deben comunicarse al paciente, además de poder responder todas sus dudas e inquietudes.
Asimismo, y en caso de tratarse de diagnósticos no muy positivos, informarle al paciente de la manera menos alarmante posible, destacando, entonces, los problemas que se evitarán en el plazo cercano, mediano y lejano, y obviamente puntualizarle los beneficios de optar por determinado tratamiento.
Por experiencia, siempre ha sido bueno escuchar durante el procedimiento, la voz del dentista explicando lo que se está realizando, así como emitir una instrucción que se requiera en el momento, o incluso preguntar si todo está bien; pero en todos los casos, que se haga de una manera tranquila.
También, el hecho de cumplir con los tiempos acordados para cada tratamiento, independientemente del ejercicio de un manejo profesional, indoloro en la medida de lo posible, certero, ininterrumpido, etc., va generando confianza y seguridad, aspectos que disminuyen el estrés.
Créanme, nada más desagradable que alguien que en pleno tratamiento recibe una llamada y la responde, o se para para ir por materiales estando ya en el procedimiento; o se pone a platicar con alguien que entra, etc. El paciente es la prioridad en cuanto llega; respetar su presencia y su tiempo, también reduce estrés, en verdad.
Poner la música que le agrada, o algún programa de TV si se tiene una dentro del consultorio, colocarlo cómodo en el sillón dental, entre otras acciones, son detalles muy personales que con toda seguridad agradarán al paciente, dado que se le brindan las mejores condiciones para “enfrentar” el tratamiento que recibirá.