Como diría la abuela: ¡Lo que me faltaba! Navegando por la red encontré un artículo sobre la moda en Japón llamada Yaeba (dientes dobles), que fue un boom entre los años 2013 y 2015, y consta de mostrar una sonrisa imperfecta. Literal: dientes desalineados, medios empalmados, con los caninos sobresaliendo, para dar cierta imagen infantil y por lo tanto, de ingenuidad. Tendencia muy difundida entre los adolescentes que incluyen hasta cantantes populares de aquel país. Para lograr ese efecto, los dentistas fuerzan los dientes o usan carillas para simular dientes encimados; otros, adhieren los caninos vampirescos con adhesivos no permanentes.
Revalorar los prototipos de belleza no está mal, suena hasta vanguardista, pero ¿qué pasa en la boca de quienes lo hacen? ¿Qué sucede con la oclusión? ¿Dónde quedan los dientes bien proporcionados, alineados que no solo forman parte natural de la estructura física, sino que hacen posible la correcta masticación y con ello la salud integral?
Ese mismo país y en general el mundo, a través de los siglos, ha ido estableciendo sus propios cánones de estética corporal y facial, y dentro de esta última, los dientes y en general la boca. Hace ya unos siglos, las mujeres de Japón pintaban sus dientes de negro como símbolo de belleza y de estatus social. Y en algún momento de la historia, los hombres lo hicieron también.
Otras civilizaciones incrustaban piedras preciosas, igualmente como una representación de poder, de aristocracia y de belleza. Para no ir más lejos: los antiguos mayas utilizaban el jade como piedra principal de ornato dental, sin dejar a un lado la pirita o el ónix, con el fin de resaltar algunos simbolismos estéticos religiosos.
En la actualidad no sucede lo contrario. Celebridades del mundo de la fárandula, capaces de imponer moda, usan la dentadura como medio para hacerlo. Katy Perry, Madonna, Jhonny Depp e incluso Beyoncé, entre otros, hicieron gala de sonrisas adornadas con coronas de oro así como parrillas removibles hechas a base de metales preciosos, que si bien, al no ser fijas no entran en contacto directo con el diente, sí dificultan la higiene con la probable consecuencia de una gingivitis.
Existen, incluso, tatuajes permanentes cuya elaboración, por más cuidadosa que se realice, implica “limar el diente sano previamente a la imposición de la funda y esto podría resultar agresivo” (*). Sin tomar en cuenta que en ocasiones no son ni dentistas quienes realizan tales “obras de arte”.
El tono de la dentadura también se establece como aspecto fundamental de la belleza, y varía su tendencia acorde a la cultura y la época. Si hace siglos para Japón la tradición era pintarlos de negro; en años recientes es el color blanco, más blanco posible, como el utilizado en las carillas dentales, lo que predomina entre los famosos, sean políticos, deportistas, artistas u hombres de negocios.
Quizá, en la antigüedad existía cierto desconocimiento de los posibles efectos y daños causados por estas prácticas que de alguna manera se justificaban dado que eran tradiciones de una cultura, representaciones de poder, de lealtad; costumbres firmemente establecidas; y no modas, como algunas de nuestros tiempos, tachadas en ocasiones de pasajeras, desagradables e incluso aberrantes.
Como profesionales de la Odontología, ahora se cuenta con los conocimientos necesarios para determinar si tales procedimientos generan daños como desgaste; sensibilidad; enfermedad gingival; microtraumatismos; problemas articulares, o patologías aun más serias, y actuar al respecto.
O si, por el contrario, la tecnología de hoy y los avances en los tratamientos, permiten adecuarse a las tendencias de la moda sin mayores consecuencias.
¿Ustedes, qué opinan, y sobre todo, qué harían?
Fuentes: www.research.net
www.slang.fm/destacados/seguro-coronas
(*) www.efesalud.com/tatuajesdentalespermanentes/estética-agresiva José María Errazquin Arbelaiz, vocal del Comité ejecutivo del Consejo General de Colegios de Dentistas de España.
www.clinicadentaljorgemato.com