El exceso en el uso de videoconferencias y la “Fatiga Zoom”

Ni tanto que queme al santo…

El exceso en el uso de videoconferencias y la “Fatiga Zoom”

La pandemia puso de cabeza al mundo y a todas las actividades sociales; los ámbitos laborales y académicos no fueron la excepción. Debido a la imposibilidad de acercamiento, las herramientas virtuales en comunicación pasaron de ser novedad a ser una necesidad; expandiéndose hasta convertirse en parte de nuestras vidas. Sistemas como Skype, Microsoft Team, Zoom, etc., son ya “de la familia”. Diariamente, millones de personas tienen encuentros por videoconferencias, algunas extensas, otras no, pero al parecer nos hemos acostumbrado e incluso las preferimos más que a un celular para realizar una llamada.

Si bien las ventajas son numerosas, sobre todo por la seguridad de evitar un posible contagio de Covid-19, al mismo tiempo que no se suspenden las labores ni se rezagan acuerdos de negocios o  clases y, en el caso del odontólogo, puede continuar los casos clínicos a través de monitoreos, consultas, tratamientos, etc., también tiene consecuencias poco saludables.

El término Fatiga Zoom fue acuñado por el profesor en comunicación Jeremy Bailenson (2021), director fundador del Stanford Virtual Human Interaction Lab (VHIL), al considerar la palabra zoom como un término ya generalizado a nivel mundial para referirse a una videoconferencia. En su análisis, el investigador plantea una serie de condiciones que pueden alterar el organismo a nivel físico y mental; entre estas destacan:

 

Carga excesiva de contacto visual:

Estar frente a un monitor durante horas, diariamente, para interactuar con 1, 2, 3 o más personas, sin otra opción que mirarlos a los ojos o al rostro, no es algo natural; en las videoconferencias se incrementa de forma exacerbada y si el tiempo que se pasa ahí es largo, el estrés aparece sin darse uno cuenta. El tamaño de los rostros y su distancia tampoco son normales, de pronto, el espacio de intimidad parece desquebrajarse con caras muy cercanas a la de uno, que no estarían así de manera presencial.

Bailenson recomienda, para mitigar un poco la situación, quitar el modo Full screen y reducir la ventana del zoom para que el tamaño de los rostros se minimice.

 

Verse a sí mismo por tiempo prolongado durante las conferencias, causa ansiedad y fatiga:

Ni el egocentrista más arraigado soporta verse a sí mismo durante demasiadas horas, por días y días. Tampoco es natural y además provoca un incremento de la autocrítica. El investigador asegura que esto trae resultados indeseados con el tiempo,  dado que nos agota mentalmente y nos tensiona. Es como si en un encuentro presencial, nuestro interlocutor trajera un espejo todo el tiempo, de frente a nuestro rostro.

Para aminorar la situación, se recomienda la opción “esconder vista personal” que se obtiene al dar click derecho al mouse, con el cursor sobre nuestra imagen.

 

Reducción de la movilidad:

Incuestionable consecuencia. Al realizarse a través de un monitor, que generalmente está fijo, las videoconferencias limitan la movilidad, aquella que normalmente se puede realizar en una reunión presencial o incluso al hablar con el celular, pues este, al ser móvil, nos permite desplazarnos libremente. Son muchas las personas a quienes permanecer sentados por tiempo prolongado les provoca contracturas, entumecimientos  y otras dolencias físicas, pues tampoco es natural. Por lo anterior, Bailenson recomienda alejar el monitor para tener una visión más panorámica y así ejecutar movimientos sin perdernos de vista.

 

Dificultad en la comunicación no verbal durante las reuniones virtuales:

A diferencia de los encuentros presenciales, en las videoconferencias es más difícil entender o expresar las actitudes no verbales tan importantes para manifestar aceptación, desacuerdos, interés, etc., dado que no se aprecia el entorno de cada asistente. Por ello, se incrementa el esfuerzo mental al tratar de entender ese lenguaje corporal, que a veces confunde y crea malos entendidos.

Una forma de contrarrestar esto es activar por momentos únicamente el modo audio, para “sacudir” un poco la observación de las gesticulaciones corporales y faciales que los demás hacen sobre nosotros y viceversa. Además, con nuestra imagen fuera de la pantalla, también tendremos tiempo para movernos o realizar pequeñas actividades. Por cierto, en el estudio, el comunicador cita a Croes et al., quienes  descubren que durante las videoconferencias, las personas hablan 15% más fuerte; algo poco saludable debe resultar de hacerlo constantemente, ¿no creen?

 

La comunicación virtual ha traído enormes beneficios, sin embargo, los excesos traen consecuencias. Por ello, aprendamos a utilizarla en tiempo y forma adecuados. Si bien las videoconferencias han llegado para quedarse, es necesario estudiar ahora la manera de disminuir sus efectos dañinos  y continuar disfrutando la utilidad y rendimiento de esta gran herramienta.

 

 

Bailenson, J. N. (2021). Nonverbal Overload: A Theoretical Argument for the Causes of Zoom Fatigue. Technology, Mind, and Behavior, 1(3). doi.org/10.1037/tmb0000030

 

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