Si existe un producto que desde hace año y medio ha proliferado en millones de sitios, no solo en hospitales o consultorios, sino en cada espacio donde existe un ser humano, son las mascarillas. Desde que la pandemia por COVID-19 fue anunciada, inició primero una compra de pánico de este instrumento, dada la recomendación sanitaria mundial de utilizarla. Su escasez propició en una primera instancia, la elevación de los precios, problemas de adquisición, etc.; sin embargo, y afortunadamente, los fabricantes supieron superar la crisis y poco a poco estabilizaron el mercado. Hoy día, es factible adquirirlas con prácticamente todos los distribuidores. Pero, ojo, su uso para la protección contra el virus se determina por varios factores. Quienes realizan la práctica odontológica son profesionistas que requieren mascarillas especiales, con características específicas, dado el alto riesgo que representa su labor. Conozcamos algo, entonces, de este tipo de protectores (excluimos las mascarillas hechas de tela, denominadas “higiénicas”; estas no se consideran integrantes del equipo médico de protección):
Mascarillas médicas (quirúrgicas o para procedimientos): según su eficacia de filtración bacteriana, se dividen en tipo I con aproximadamente 95% de filtración; tipo II con 98% y tipo IIR el cual, además, protege contra fluidos provenientes del paciente. Generalmente se utilizan una sola vez, y se recomienda cambiarlas cada cuatro horas, sobre todo si los odontólogos están en procedimientos largos. Deben ser de las sometidas a estándares de calidad, sean nacionales o internacionales, para garantizar un funcionamiento específico. Según literatura revisada, en una primera instancia deben filtrar el 95 % de las gotículas, de 3 micrómetros de diámetro- tamaño de aquellas que se transportan al toser o estornudar- además de ofrecer calidad en la respiración y, cuando se requiera, evitar la filtración de líquidos corporales.1 Algunas traen pliegues, otras, son rectangulares. La función básica de estas mascarillas es evitar tanto recibir como expulsar gotículas, sin embargo, los aerosoles son partículas finísimas que podrían penetrar este tipo de producto.
Mascarillas respiratorias filtrantes (o mascarillas de protección respiratoria): hechas para filtrar partículas sólidas de 0, 075 micrómetros (un micrómetro es la milésima parte de un milímetro), como la respiración del paciente, por ejemplo, la cual contiene partículas finas que pueden viajar y ser inhaladas por alguien cercano, como el dentista. Estas mascarillas deben garantizar también una respiración adecuada. Se dividen en tres tipos: FFP (Filtering Face Protection): 1, 2 y 3, en orden de menor a mayor capacidad de filtración. Para los odontólogos se ha recomendado la FFP2, que filtra entre el 92 % y 94 %, considerando que el virus se transmite por gotículas. Sin embargo, al estar en contacto con pacientes que pudieran ser asintómáticos, pero capaces de emitir aerosoles contaminados o que el virus pudiese estar un tiempo en el aire, también se recomienda el uso de más equipo de protección: careta, por ejemplo, o tal vez una mascarilla quirúrgica y arriba de esta, la filtrante. Según las normas sanitarias de cada uno de los países fabricantes, los modelos que podrían semejarse entre sí, respecto a la eficacia de filtración son: FFP2 (norma europea EN 149), las mascarillas N95 (norma estadounidense NIOSH 42C-FR84) y las mascarillas KN95 (norma china GB2626-2006), con sus características específicas diferenciales, por supuesto.
Avances tecnológicos en protectores respiratorios: para quienes buscan innovación y al mismo tiempo alternativas más duraderas por no ser desechables, existen productos de vanguardia creados para su protección, pues no son únicamente centinelas que impiden la inhalación de agentes patógenos, sino que proporcionan aire fresco y filtrado durante periodos prolongados, a través de dispositivos ligeros (certificados por NIOSH) , fáciles de colocar, fabricados con materiales que mantendrán al odontólogo cómodo y seguro: se trata de un sistema de purificación de aire a presión, que trabaja con baterías.
Pese a las investigaciones sobre los factores de protección de las mascarillas ante un virus como el Sars-cov2, que las sitúan únicamente como parte integral de un equipo de protección en el ámbito sanitario, es un elemento fundamental. La misma Organización Mundial de la Salud ha emitido recientemente un comunicado pidiendo a la población portar la mascarilla aun después de vacunado. Con mayor razón, tratándose de una profesión de alto riesgo, el odontólogo debe utilizarla siempre, cuidar su manejo y adquirir preferentemente las oficiales, aquellas avaladas por organismos internacionales sanitarios. Todo, con el fin de evitar contagios y cuidar la integridad del paciente, el personal y, por supuesto, de sí mismo.
Fuentes: murciasalud.es
dvd-dental.com
Organización Mundial de la Salud/junio 2021