En 2020 el mundo entero se sacudió. Nadie imaginó lo que venía, si bien en otros años surgieron pandemias como la influenza (A H1N1), considerada la primera del siglo XXI (2009 -2010), muchos pensaron que la del covid-19 sería algo parecido, principalmente en número de contagios y decesos. Pero no fue así. Las consecuencias, y de hecho la enfermedad, siguen haciendo estragos hasta la fecha: millones de muertos, miles de contagios diarios, pérdidas de empleos, crisis económica, mayor desigualdad, etc. Todo esto ha provocado en la población mundial sentimientos exacerbados de soledad, frustración, e incertidumbre, lo que genera angustia, estrés y como riesgo terminal de este, la depresión.
Los odontólogos, como muchos profesionistas más, padecieron la baja o el derrumbe en sus ingresos por los lineamientos que las naciones establecieron ante la crisis sanitaria con el fin evitar, en la medida de lo posible, la propagación del contagio; entre ellos se encontraron: la cuarentena, la clausura de espacios públicos, la cancelación de eventos masivos, el cierre temporal de negocios cuyos productos y servicios no eran indispensables o urgentes, etc. Solo entre marzo y agosto de 2020, las entradas económicas del sector odontológico en México, decrecieron un 44.14%; sin considerar que, en general, la atención bucal forma parte de los servicios ambulatorios con menor demanda en hospitales privados, con apenas 1.8%. El panorama se antoja algo oscuro, pero ¿por qué a todos les afecta diferente este tipo de situaciones y qué hacer para aminorar las sensaciones destructivas?
Al investigar un poco, encontramos que las personas que tienden a enfocarse en los aspectos negativos de alguna situación, son quienes perciben la realidad como un caos; se sienten incapaces de enfrentarla; se sienten amenazados y, por ende, entran en estados de angustia y depresión, a veces somatizados con enfermedades y trastornos que llegan a afectar drásticamente su vida. Existe también la contraparte, es decir, aquellas personas que dirigen su atención a las partes prácticas y positivas de la realidad. Ellas son conscientes de que hay aspectos duros y difíciles, pero también saben que hay soluciones, oportunidades, y en eso concentran su energía. Dicho lo anterior, es menester cuidar hacia donde enviamos los pensamientos.
Del mismo modo, algunos estudiosos de la mente sugieren que “mantener la cabeza” y enfocarse en el presente, tiene repercusiones positivas a nivel cerebral, ya que permite gestionar los retos desde una óptica real, abrirse de manera objetiva a otras alternativas de percepción, y obtener resultados efectivos, lo que también disminuye la angustia, la desconcentración, y el miedo ante lo incierto.
Por otra parte, aceptar un hecho en nuestra vida por más difícil que sea, y no resistirse, es también importante en la tarea de mantener la calma a nivel mental y físico. Aceptar, no como sinónimo de conformarse sino de admitir que el obstáculo existe, para abrirse a las diferentes opciones de solución. “A lo que resistes, persiste” decía Carl Jung, por eso, la mejor forma de superar nuestros problemas, sean de la índole que sean, es abrazándolos para reconocerlos, enfrentarlos y no desgastarnos en el proceso. Adaptarse es la clave.
Así como se debe trabajar en los pensamientos, las ideas, y la apertura de la mente para generar cambios en ella, a nivel físico se plantean dos acciones, básicas pero en definitiva determinantes:
1.- La nutrición, que debe adecuarse según la edad, sexo, así como estilo de vida de cada individuo. Estudios en Inglaterra y Estados Unidos han demostrado que lo que comemos afecta la inteligencia, la capacidad de concentración, de razonamiento; influye tanto en los estados de ánimo como en casi todas las facetas de la actividad mental. Y aunque comer bien pertenece al ABC de la salud en general, hay quienes no se percatan de su importancia, ingiriendo alimentos altos en grasas saturadas, carbohidratos, y con procesamientos dañinos, por lo que deben evitarse y optar por ingerir alimentos frescos, sin conservadores, como las verduras, frutas, cereales integrales, mariscos, nueces, semillas, etc., así como hidratarse suficiente diariamente.
2.- El ejercicio físico, que además de proporcionarnos energía para la actividad diaria, genera endorfinas, mejora el sueño, fortalece los músculos, aumenta la resistencia y, literal, genera una evidente sensación de paz.
La mente y el cuerpo en armonía reducen el estrés y la ansiedad, los cuales a pesar de que la pandemia ha convertido en el pan de cada día de profesionistas como los odontólogos, no ha podido derrumbar sus ganas de salir adelante ni de continuar enalteciendo la profesión, pese a los riesgos altos de contagio o a la difícil situación económica. Como reza la frase: “Hay árboles que se doblan, pero no se quiebran”.
Conferencia de Mario Alonso Puig: